Miro hacia atrás
Hacer ayahuasca me ayudó a seguir adelante, mejorar el rumbo de mi vida y a soltar.
Estamos cerca al 7 de febrero, son 16 años desde la muerte de mi mamá, pero esta vez contaré algo que nunca pude expresar por escrito.
En la última parte de mi ayahuasca pude ver a una Alejandra chiquita, con una cara seria, se podía ver el dolor en su mirada. Yo sabía por lo que esa niña pasaba y me dolió tanto que me puse a llorar, tratando de decirle a esa niña que ella no debía sufrir, que yo ya lo había pasado y que ya estaba bien, que todo pasó y que trate de ser feliz. Protegí a mi niña interior y me dio la paz que mi alma buscaba tanto tiempo, esa paz que no tenía y me hundió en una depresión que casi me lleva a la muerte.
Era una niña que “maduró rápido” por las circunstancias de la vida, una niña que tuvo que aprender a valerse por sí misma porque tenía una mamá que estaba enferma y porque tenía un papá que trabajaba todo el tiempo.
Recuerdo muchas cosas fuertes, recuerdo cuando me enteré que ella tenía cáncer, cuando ella tenía que viajar a Lima para su tratamiento, yo en ese entonces no tenía un hogar establecido, yo me quedaba con quien pudiera acogerme, me he quedado en casa de mis tías, mi abuela, mis compañeras del colegio, agradezco mucho a las mamás de mis amigas que me abrieron la puerta de su casa para tratarme como una hija más.
Yo tenía que ver cómo mis papás se iban por tiempos indeterminados, recuerdo estar en el aeropuerto llorando al despedirme de ellos o en el terminal terrestre viendo el bus partir. Vivía con el corazón roto pero no era consciente de ello.
Recuerdo ver a mi mamá llorando de dolor y me pedía que le frote la pancita, yo trataba de ayudarla en lo que podía, me hubiera gustado hacer más por ella, pero yo era muy pequeña para eso.
Algunas veces la acompañé a Lima para su tratamiento, yo me quedaba dormida en las bancas afuera del área de quimioterapia porque demoraba mucho en salir y no me dejaban entrar porque era pequeña.
Cuando mi mamá murió, yo tenía un destino trazado totalmente distinto al que tengo ahora. Todo el mundo dió por hecho que yo me quedaría bajo la tutela de la familia de mi mamá, doy gracias a Dios que nunca pasó eso, la relación con la familia de mi mamá nunca fue buena y siempre me trataron mal. Solo me miraban como una fuente de ingresos porque mi papá les daba dinero para que me cuiden y lo que me daban no era consecuente con ese monto.
Así que cuando murió mi mamá en mi casa teníamos una inquilina que se llama Verónica, había terminado de estudiar psicología y era mi mayor apoyo en ese momento, cuando no había nadie en casa ella me preparaba la comida y me cuidaba. Recuerdo haberle llorado a la Verito y le pedí que por favor no deje que me vaya de mi casa, le dije llorando “me quiero quedar aquí” y ella abogó por mí, habló con mi papá y le dijo que ella se haría cargo de mi. No saben cuánto le agradezco, porque siendo una persona totalmente ajena a mi familia me ayudó un montón. Y así me quedé en mi casa, ella me hacía la comida, en la tarde hacíamos tareas juntas, me acompañaba hasta al hospital cuando me enfermaba, ella iba a las reuniones de padres en el colegio. Luego se casó y se fue de la casa, la recuerdo con mucho cariño.
Fue difícil ser hija única en ese momento, pasar la enfermedad de mi mamá, su muerte, mi papá estaba muy deprimido cuando la perdió y cada quien sobrevivió como pudo.
Pasaron los años, pude tomar muchos rumbos, pero nunca perdí el norte de como debía ser mi vida. Así somos los Medinitas, profesionales, coleccionistas de cartones, sin problemas. Tal vez si me quedaba con la otra familia no hubiera logrado todo lo que tengo ahora.
Miro hacia atrás y me siento orgullosa de mi desarrollo de personaje, gracias a todo lo que me pasó soy lo que soy ahora, tengo la personalidad que tengo y no me fue mal después de todo.
Ya les escribiré después de mi ayahuasca, aprendí mucho.
Aquí les dejo una foto en el terminal terrestre, se iban a Lima. Sorprendida ando porque a pesar de todo mi mamá sonreía.
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